Las matemáticas son maravillosas.
Desde la Antigüedad se utiliza la sombra de un palo llamado gnomon para medir el tiempo. Los egipcios fueron los primeros en hacerlos y hasta levantaron unos gigantescos, los obeliscos, con indicadores diversos a su alrededor.
Al mediodía la sombra del palo alcanza su longitud mínima ya que el sol está en el zénit. Para que la orientación del suelo fuera la correcta para indicar la hora se colocaba una placa con una escala que tenía un ángulo dado que permitía leer la proyección de la sombra del gnomon.
¿Y qué pasaba por la noche? Los egipcios también inventaron las clepsidras o relojes de agua que no necesitaban la luz del sol. Eran vasijas de cerámica graduadas que dejaban entrar o salir un líquido gracias a un orificio en su base, calculado para que el líquido fluyera a una velocidad determinada.
Ya puestos, también inventaron el primer reloj de pulsera, una clepsidra portátil, reservada a los que necesitaban calcular el tiempo como los sacerdotes, los astrónomos o los médicos.
El movimiento de la sombra sobre el cuadrante solar evoca la geometría clásica, con sus líneas rectas, sus figuras regulares y sus curvas lisas.
En la segunda mitad del siglo pasado, los matemáticos, estudiando las formas de las curvas en la naturaleza (ríos, montañas, nubes, rayos, etc.), se dieron cuenta que las formas regulares no son las más frecuentes. También imaginaron muchos objetos geométricos retorcidos y raros desde el punto de vista de la geometría clásica. Benoît Mandelbrot impulsó el estudio de estas formas fracturadas, se creó un área de la investigación matemática dedicada a ellas y en 1975 se creó la palabra «fractal» para designarlas.
En 1987, K. Falconer, a partir de esta teoría, llegó a la conclusión que para cualquier conjunto de figuras existe un objeto cuya sombra proyectada sobre un cuadrante producirá, según la dirección de la luz, todas esas figuras.
Con este resultado matemático se imaginó un reloj de sol digital, un aparato sin ningún mecanismo, sin alimentación eléctrica, sin ninguna parte móvil; únicamente provisto de un conjunto de máscaras que producen sombras en forma de cifras. Y estas cifras mostrarían la hora según la posición del sol. Un grupo de inventores se puso manos a la obra y creó este objeto. Una firma alemana lo fabrica, «Digital Sundials International».
Colocado en el interior de una ventana con vista al sur (con vista al norte en el hemisferio sur), la hora puede leerse en una pequeña pantalla localizada horizontalmente bajo la cubierta. La pantalla se actualiza cada 10 minutos y ofrece un sorprendentemente preciso registro del tiempo durante las horas diurnas. Antes de enviarlo lo alinean a la localización geográfica del usuario. Quiero uno, ya.
Existe en Jaipur, el laboratorio astronómico de Jantar Mantar, uno de los cinco observatorios astronómicos construidos en la India por el maharajá Jai Singh en 1728. Es un conjunto extraordinario de monumentos que proyectan sombras. Los obeliscos se quedan cortos a su lado…
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